No sé cómo empezar, porque no sé cómo acabar.
Digamos que allí estaba de nuevo, en Behovia, para participar en la Behovia-San Sebastián
por segunda vez. Allí estábamos Idoia,
Aitor y yo. Se acercaba la hora de salida que nos correspondía a Aitor y a mí,
y nos dirigimos a nuestro cajón. La idea de Aitor era ir a 1h. 30’, lo que disipó mis dudas de si intentarlo o
no. Probaría. El año anterior había
hecho 1h. 31’
01’’, y el objetivo estuvo claro, bajar de hora y media en el 2013, pero tras
un año de poco asfalto y mucho trail, sobre todo Ultra Trail, carreras largas y
ritmos lentos, no había entrenado ritmos cercanos a los 4’ 30’’ necesarios más que las
últimas semanas, tras la UTGS,
con las pocas ganas y reservas que me quedaban a estas alturas.
Daban 100% de lluvias, y fuerte viento norte. De momento
estaba nublado pero aguantaba. El viento sí, soplaba bastante. Y como no podía
ser de otra manera, en contra.
Aitor señaló el globo (en realidad, pendón) de 1:30, que
teníamos algo delante. Pero entre él y nosotros, una multitud. De manera que
tras el pistoletazo se nos escapó y tuvimos que ir marcando nosotros el
ritmo,…creo que fue un fallo. El efecto globo quizás (sólo quizás) nos hubiera
ayudado. O igual me hubiera ayudado a pinchar,… Nos dirigimos a Irún, y el
ritmo era algo más lento de 4:30, pero quedaba mucha carrera. Subidas y
bajadas. Ventas de Irún. Me dolían las tibias,…las piernas se quejaban, como
preguntando “¿esto de correr tanto ahora? si llevamos meses yendo
tranquilicos,…” Seguíamos cercanos al 4:30 pero por encima. A partir del km. 3
y hasta el pie del alto de Gaintxurizketa ya bajando de 4:30. Iba siguiendo a
Aitor y más bien pasábamos gente. Subiendo el alto intenté tirar yo un
poquillo, más ligero; en las bajadas Aitor se podía lanzar más. Miré el reloj y
vi el ritmo, más de 5’,
más lentos de lo necesario, incluso más lento que el año anterior, pero no
quería vaciarme en la subida, pensando que luego quizás pinchara en el llano,
no me veía sobrado de fuerzas. Coronamos
Gaintxurizketa y tocó bajada y después los toboganes de Lezo. Este tramo
sentí que lo hicimos bien, recuperando lo perdido. Tomé líquido en un par de
avituallamientos, en el resto no. Intentó chispear un par de veces, pero no, no
arrancaba la lluvia. Aitor me dijo que el viento dificultó el tema; yo
sinceramente no me di cuenta, quizás el cierzo nos vacune y aunque el viento nos
frene, estamos acostumbrados y no somos conscientes. Entramos en el puerto de
Pasajes. Los casi tres kilómetros llanos, rectos, lo más pesado de la carrera.
Aitor se me fue algunos metros, pero lo tenía a la vista e intenté aguantar y
lo conseguí. Pero creo que en este tramo tampoco hicimos bien los deberes. Nos
pasaron como una manada de bisontes la gente del globo de 1:25 del grupo de
detrás. Ví a Aitor que parecía querer seguirles (luego me dijo que sí tuvo esa
idea), pero al poco desistió. Iba fuerte. Ir con él me ayudó, y no poco. Aproveché
este trozo llano para tomar glucosa, ya que la llevaba, “me ayudará a subir
Miracruz”, pensé. Abandonamos el puerto, y comenzamos a ascender el alto. Aceleré un poquico y sobrepasé a Aitor de
nuevo subiendo. Miré de nuevo el reloj, y de nuevo vi que el ritmo estaba algo
por encima. Ya no lo miré más. Coronamos Miracruz. Restaba lanzarse hacia abajo
a San Sebastián. Así lo hizo Aitor, que me pilló al comenzar a bajar y me
preguntó que cómo íbamos de hora; “ni idea”, le contesté; pero ambos intuíamos
que demasiado por encima para poder recuperar,…Ahora íbamos deprisa, pero no
iba a ser suficiente. Giramos a la Avenida Navarra y fuimos mirando a nuestra
izquierda; casi al final vimos a Ana y Miren que estaban animando.
Vaya foto que sacaron,…al señor que iba delante de mí.
Giro de
nuevo a la izquierda y el viento norte nos pegó un zambombazo terrible. Ahora sí
lo noté. Restaba la larga recta hasta la meta del Boulevard. Pasamos el Kursaal
y lo dimos ya casi todo. Al cruzar, paré el reloj y miré: 1h. 30’ 31’’,…ostras,...no sabía si
alegrarme de bajar medio minuto o lamentarme por ese medio minuto de más. No
sé. Aún no lo sé.
¿Dónde cogí
ese medio minuto?, ¿en los pinchos y zuritos del viernes y del sábado?, ¿en los
hidratos que no probé en dos días?, ¿en la paliza turística del sábado?, ¿en el
viento norte?, ¿en no habernos “atado” al globo? Pienso que simplemente siempre
estuvo en mis piernas,… quizás lo tenía por la falta de entrenamientos
específicos para esta carrera; quizás lo cogí en algún Cañón de Guara, en
Salenques, subiendo la Peña
Oroel de noche,… y no lo solté este último mes. Si es así, no
me arrepiento; quizás en 2014 no lo lleve a San Sebastián. Pero sólo quizás. No
sé. Ahora, y de verdad, toca descansar. Tres semanas de descanso, físico y
mental.